Parece que con la llegada del verano se calmaron un poco los ánimos y los furibundos ataques que han precedido a la puesta en escena de SOLFER, la nueva entidad comercial promovida por COFERDROZA, CECOFERSA y COARCO, han remitido y casi se han olvidado.
Es cierto que su s inicios han ido cubiertos de un cierto halo de misterio y  prueba de fe para los proveedores que han sufrido en sus menguadas estructuras la presión de una nueva entidad surgida con fuerza para ganarse un hueco en la maltrecha distribución de ferretería española.  Mucha petición y poca contraprestación, pero eso no da lugar a realizar una persecución romana, amparada en el ocultismo de quien se apoya en la crítica ante la inconsistencia de sus propuestas, o que se sirva a otros fines, como pueda ser el apoyo encubierto hacia otras organizaciones que rivalicen o puedan rivalizar en el futuro dentro del espectro comercial ferretero.

Después de los convulsos últimos meses antes de la llegada de las vacaciones estivales con asambleas, reuniones informativas, fusiones, desapariciones, nuevas fórmulas y, en suma, aparcamiento de la toma de decisiones hasta que aparezca un momento más oportuno, llega ahora el veranito y a la vuelta, a ver sí se han calmado los ánimos, acercado posturas y se ponen en marcha esos proyectos que se han estancado, por la falta de información o acercamiento de esas partes que tienen visiones muy diferentes a la hora de desarrollar un proyecto común.

Nuestro sector se encuentra en una notable  fase de cambio en la que vuelve a hablarse de globalización y esos conceptos que ya nos agobiaron hace diez años, cuando las multinacionales abogaban por esa vía para potenciar su crecimiento y estabilidad en el mercado. Después hemos visto , que una vez se ha explotado al máximo su presencia en nuestro mercado, pues a otra cosa, desmantelamos la estructura y nos vamos a fabricar a otro país más económico, o hacemos como todo el mundo a fabricar a China o que fabriquen otros el producto con  su marca.

El sector se mantiene dentro de su monotonía convulsiva. Independientemente de las crisis, rescates, preferentes y demás cuestiones que lesionan nuestros fundamentos y creencias en unos dirigentes que son incapaces de salir por sí solos de esta coyuntura, el sector de la ferretería sigue inmerso en la incertidumbre de las fusiones, vengan de cualquier lado, porque ahora buscamos una globalización sectorial que abría que haber asumido antes o no haber destruido lo que estaba consolidado. Pero esto es así, se incorporan nuevas personas que quieren aportar sus propias ideas hacia un sector condenadamente inmovilista, pero necesitado del cambio. La ferretería  debe cambiar muchas cosas para adaptarse a los vientos de cambio. Sin embargo, no podemos olvidar que para que cambien las estructuras, antes deben cambiar las personas, a nivel de planteamientos.