La última asamblea general, celebrada el pasado 25 de noviembre, parecía dar un carpetazo a la situación, o a la temporada, después de la aplastante victoria del consejo presidido por Oscar Madrid.
Cuando parecía que la situación de desbloqueo originada por la negativa de la patrimonial a  negociar sus activos y torpedeado el proyecto de entrada de COMAFE en C+C, iba a terminarse y abrirse un nuevo campo de negociación, nos encontramos con que su presidente presenta su dimisión. Razones personales, presión por la situación, hastío de la conflictividad,  prescripción médica, variopintas razones que como consecuencia traen un vacío de poder y una vuelta a la situación inicial de hace dos  años cuando se celebraron las últimas elecciones.
Ahora nos encontramos con que se ha producido un vacío de poder. La figura de Oscar Madrid ha monopolizado tanto la imagen del cambio cooperativo que parece haber agotado las vías de sucesión dentro de su propio entorno. Su actual consejo no parece que sea capaz de encontrar una figura que sea capaz de tomar el relevo de Oscar Madrid y liderar una situación de cambio o renovación que el anterior presidente había iniciado.
Como cualquier buena serie dramática nos encontramos con que la única salida, sí no se toman decisiones por parte de la actual junta, son la convocatoria de un nuevo proceso electoral de inimaginables consecuencias, porque se plantean unas cuantas cuestiones.

1º Sí el actual consejo quiere continuar la labor emprendida, debe buscar un sustituto entre sus filas y evitar unas elecciones que van a retrasar una serie de decisiones transcendentales para el futuro de la cooperativa. Y ganar tiempo.
2º ¿Con qué espíritu va a afrontar la oposición una campaña electoral después de la dura derrota sufrida el pasado25 de noviembre?.
3º ¿Va a plantearse una nueva vía y dar la cara algún socio o grupo de socios con un cierto poder específico?.
Como buen drama Hitchcockano o novela de Agatha Christie, hasta el final no obtendremos el desenlace y aquí no contamos con el mayordomo para acusarle del crimen.
Lo que está claro es que después del 25 de noviembre COMAFE nunca volverá a ser lo que fue. Y no hablamos de las cifras, que según se apunta por los análisis de los auditores pueden ser  favorables a la gestión, sino más bien por la falta de unidad y criterio,  predominio de factores personales y división de los socios hacia diferentes objetivos.
Quien asuma el reto tiene una labor difícil para hacer conjugar las diferentes corrientes y convertirlas en un río de esperanza que suponga un futuro de esplendor para COMAFE, como todos deseramos